Roca en el rio (I)

Se podía ver a la legua que aquello era una piedra grande y gorda. Según informes posteriores descubrí que, ni más ni menos, aquél engendro rocoso medía 200.000 m2.

Al llegar, lo primero que vi, fue una gigantesca protuberancia negra que, de lejos, parecía uno de estos edificios modernos en los que hay varios niveles. Una vez llegamos a la pantagruélica roca comenzamos el arduo proceso de exploración y explotación de recursos. Entre éstos logramos conseguir artículos tan dispares como: bolsas de tela, pasta de dientes, chicles, abanicos, zumos con leche e, incluso, un guante de espuma que alzaba un larguísimo dedo índice hacia el infinito.

Llegados a este punto comenzó un verdadero espectáculo en forma de atronadora tormenta de truenos con acordes y rayos luminosos de colores. En primer lugar fue un mono el que se subió a la protuberancia negra que os mencionaba al inicio. Tras hacer el paripé (y hacerlo nosotros también con él), llegó hasta nosotros la pereza. No fue demasiado agradable puesto que, como decía mi abuelo: "contra la pereza... ¡salir corriendo!". Cosa que, por suerte no hicimos.
Y digo por suerte porque, lo que nos sobrepuso de la pereza, fue la presentación del círculo. Unos cincuentones con mucha energía pensaron que, solo con el círculo no sería suficiente así que, además de presentarnos algunas partes del mismo, nos presentaron muchas otras cosas del pasado. Tan increíble fue su presentación que, llegando al final, todos los presentes (casi 50.000 engendros/as) expusimos como es la vida en una oración.
Cuando todo acabó nos fuimos de allí, volviendo a casa pensando en la cama y sin  sospechar, ni por asomo, que al día siguiente las vueltas que da la vida nos llevarían, de nuevo, hasta aquella roca en el rio que llegó a Madrid el 4 de Junio y se irá el 14. Sin embargo, esto que os relaté sucedío el día 4 y, lo que sucedió el 5 se relatará próximamente.

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