N u n c A

Dice el refrán aquello de "nunca digas nunca jamás". O, en una versión más larga y curiosa, "nunca digas de esta agua no beberé, ni este cura no es mi padre".


Y, como todos los refranes, al menos los que están instaurados en el colectivo popular, tienen gran parte de razón... y algo de equivocación. Al fin y al cabo los refranes son como breves sentencias absolutas, como axiomas de obligado cumplimiento, y, por suerte o por desgracia, esta vida es demasiado complicada para a todas las cosas se les pueda aplicar ningún axioma igual. Incluso las matemáticas, esa ciencia tan exacta y en la que tantas fórmulas se cumplen "siempre", tienen en su base unos axiomas, en los que se basa todo lo demás, que no se pueden demostrar con las propias matemáticas.

En cualquier caso, volviendo a los refranes del principio, los traje a colación por el hecho de que, los propósitos que nos hacemos a nosotros mismos, por mucha confianza que tengamos, pueden desvanecerse como una gota en un océano. Yo he pensado, no una ni dos, si no mil veces, que haría tal cosa, que no haría tal otra... pero después de cierto tiempo, casi sin que tu lo percibas, las cosas cambian y olvidas (voluntaria o involuntariamente) lo que tenías pensado hacer.

Yo me propuse, cuando cree este blog, versión 2.0 de mi aventura blogera, escribir con más asiduidad. Sin embargo, la falta de un público abundante que me enriqueciera con su opinión y las ganas, que entonces eran muchas, pero luego fueron pocas, hiceron que mi "auto-promesa" quedara incumplida.


Hoy, con esta pequeña lección aprendida, vuelvo aquí, aprovechando un repunte de mis ganas y decido escribir, sin pretensión de tener o no lectores, haciéndolo solo cuando quiera y para publicar aquellos escritos que me apetezca crear. Y digo PUBLICAR porque, dado que, al fin y al cabo, significa que cierta obra pase a estar en un dominio en el que, fácilmente, el público lo pueda disfrutar (ya sea pagando cuando compras una novela o, como en mi caso, entrando en esta web de forma gratuita)

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