Corría el último mes de un año impar cuando sucedió la terrible historia que les voy a relatar.
El día, se había levantado frío, lluvioso, aunque algunos claros en la lejanía traían la esperanza de un mediodía con Sol. Nuestro protagonista, un apuesto joven que debía acudir a su puesto de trabajo, había trasnochado algo el día anterior con lo que acumuló un poco de retraso. Como era costumbre en aquella época, se subió a un vehículo con motor de combustión de su propiedad y emprendió el camino que le llevaría a su oficina.
En aquella época el mundo vivía inmerso en una crisis que aún hoy se recuerda como algo peor que las guerras mundiales con lo que millones de habitantes se quedaban en sus casas puesto que no había trabajo para todos.
Sin embargo, y pese a lo anterior, nuestro héroe se encontró, al poco de avanzar en su camino, con otro millar de personas que también iban en sus propios vehículos de combustión. La imagen, más propia de la "Divina comedia" de Dante que de la realidad llenaba todo el paisaje de metal, humo, ruído y, sobre todo, MAL.
Cuando casi dos horas después llegó a su destino estaba pálido. Las imágenes de lentitud, bajeza moral y mental y el aburrimiento le habían causado tal tristeza que, aunque intentó sobreponerse, su rendimiento fue casi nulo.
Solo cuando ya pensaba que jamás podría salir de aquél estado de dolor y pesadumbre volvío a su domicilio, imaginando que encontraría, de nuevo, aquél horror.
Y, sin embargo, no fue así.
Solo mucho después fue capaz de entenderlo.
Aquél día empezó lo que desde entonces se conoce como "El Último Acueducto".
En aquella época el mundo vivía inmerso en una crisis que aún hoy se recuerda como algo peor que las guerras mundiales con lo que millones de habitantes se quedaban en sus casas puesto que no había trabajo para todos.
Sin embargo, y pese a lo anterior, nuestro héroe se encontró, al poco de avanzar en su camino, con otro millar de personas que también iban en sus propios vehículos de combustión. La imagen, más propia de la "Divina comedia" de Dante que de la realidad llenaba todo el paisaje de metal, humo, ruído y, sobre todo, MAL.
Cuando casi dos horas después llegó a su destino estaba pálido. Las imágenes de lentitud, bajeza moral y mental y el aburrimiento le habían causado tal tristeza que, aunque intentó sobreponerse, su rendimiento fue casi nulo.
Solo cuando ya pensaba que jamás podría salir de aquél estado de dolor y pesadumbre volvío a su domicilio, imaginando que encontraría, de nuevo, aquél horror.
Y, sin embargo, no fue así.
Solo mucho después fue capaz de entenderlo.
Aquél día empezó lo que desde entonces se conoce como "El Último Acueducto".
2 comentarios:
A mí el acueducto me dejó fatal. O juntan los días de fiesta o esto es un cristo mental. Ya no por lo que le cuesta al estado, unos 1.200 millones de euros, sino por la salud del contribuyente.
Un saludo!
Pues yo eso de ir a trabajar un día si uno no lo firmaba pero ya -> ¡me sentó de perlas!
Aunque también es verdad que me parecería bien que cambiasen todos los festivos a lunes o viernes... siempre y cuando lo hicieran incluso con los que caen en sábado. ¡eso sí que sería la pera!
PD: Miedo me das... ¿porqué quieres que tenga el zapatófono conectado el sábado?
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