Sentimiento
descubierto
Su nombre era Jessica Trimán Rodríguez y aquel día en el funeral de su tan querido amante debía rondar los 29. Era una chica de poca estatura, aparentemente frágil y delgada. Pero aunque su figura no llamaba la atención tenía unos rasgos y un cabello tan increíble que era con diferencia la chica más hermosa que allí se encontraba. Sus ojos eran ligeramente finos y en sus pupilas brillaba un cielo más azul que el propio cielo. Su piel estaba ligeramente bronceada, sus labios brillaban con un rojo intenso que yo juzgué como natural, todo ello acompañado por dos preciosos hoyuelos, uno en cada mejilla. Y, por si todo esto fuera poco, su larga melena castaño azabache se mantenía perfectamente lisa pese a la humedad reinante. De todas formas cualquier descripción se queda corta al lado de su verdadera belleza.
Yo había sido el vecino de la pareja durante estos dos últimos años y aunque no sabía nada de sus vidas si que habíamos hablado tantas veces de banalidades en el ascensor o mientras tendíamos la ropa que me pareció oportuno acudir. La verdad es que la actitud de Jessica me pareció tan extraña que seguí observando. Por lo que yo había visto en esta temporada me habían parecido muy felices. De vez en cuando tenían alguna que otra mala cara, pero nunca les duraba más de un día que yo supiera. Y los momentos que parecían felices, que eran la gran mayoría, se les veía muy felices.
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