miércoles, 17 de febrero de 2010

Terror en 'La Tarja' (y II)


Al día siguiente, un inesperado toque de corneta a las 9 de la mañana despertó a los menos dormilones. Sin embargo las fuerzas aún no estaban, por completo, recuperadas, con lo que, a las 9.30, los valerosos guerreros del día, se quedaron, de nuevo, dormidos, permitiendo, así, que "le grand troupe" no amaneciera hasta bien pasado el medio día.



Una vez en pie unos pocos valientes salimos al gélido exterior en busca de un par de bollas de pan. De paso,  recorrimos, en toda su extensión aquella inmensa urbe (pese a ir lentos, muy lentos, sólo tardamos 10 minutos en ver todas las calles existentes).
Sin embargo, lo bueno, aún no había comenzado. Al volver de tan extenuante excursión se empezó a fraguar lo que sería una increíble barbacoa (preparada por maese-Juan) compuesta por chorizos, morcillas, longanizas y alitas de pollo. Además, como aderezo, teníamos cantidades excelsasde cerveza, sangría y, para los más osados, ron, whisky e, incluso, ponche, vodka y pacharán (aunque estos tres últimos en cantidades muy inferiores).
Tras aquello se hizo indispensable una siesta... o, más bien, un ejercicio de meditación y concentración intelectual para soportar lo que, tan apresuradamente, se avecinaba. 


Y, como diría aquél gran personaje del comic en su remake fílmico: "H¡a llegado la hora de las tortas!"
En aquél momento el alcohol alcanzó su punto álgido, en cuanto a cantidad se refiere. Entonces, magnífica idea la mía, comenzamos a jugar a las películas.... durante 3 horazas!!!!
Fue, sin lugar a dudas, como ver una película pero viéndolas todas. Como ver cientos de trailers, de forma initerrumpida, por el gran "Javier el películas". Y lo curioso es que, el pobre hombre, daba la impresión de que se caería al suelo de un momento a otro... ¡pero no!
Aguantó como un jabato desde "7 vírgenes" hasta "Ben-hur". Desde "Wall-e" hasta "el silencio de los corderos". Y, todo eso, usando, simplemente, su imaginación y su expresividad corporal.
Mención aparte nos merecemos nosotros que, tarde o temprano (casi siempre temprano) averiguábamos la película. Y, no solo eso, además pensábamos y pensábamos para que el gran intérprete no se quedara nunca sin algo que interpretar.


Cuando tanto cachondeo acabó seguimos hablando y riendo, hasta que, poco a poco, fuimos cayendo en las garras de  Morfeo. 
El domingo, tras comer puro cemento (arroz blanco a la carbonara, es decir, con carne picada, cebollita frita, huevo, también frito, y mucho tomate frito).

Finalmente salimos de aquél lugar, quedando, para siempre, lo que allí sucedio, encerrado entre esas cuatro paredes (y ese jacuzzi). Lo aquí relatado, es la historia que me han encargado escribir para, si alguien nos pregunta, tener algo que contar... en sustitución de la terrorífica y depravante realidad.



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