Un reencuentro

Desde hace más de un mes, un antiguo amigo mio del colegio y yo nos enviábamos correos electrónicos para intentar vernos, tomarnos juntos unas cañas y recordar anécdotas.

Al buen hombre en cuestión hacía, ni más ni menos, que 7 años y medio, que le había perdido la pista. Lo que, en la niñez, había sido una fortísima amistad, había desparecido por completo, en cuanto nuestros huesos llegaron a nuestras respectivas facultades.

Sin embargo, como ya comenté hace unos meses, últimamente me ha dado un ataque recordativo de mucho cuidado y, gracias a eso, encontré su blog. Mientras yo meditaba como ponerme en contacto con él fue él quien, al ver que mi blog enlazaba al suyo, se puso en contacto y, así comenzamos una larga cadena de mails que culminaron este mismo sábado en una taberna de Gran Vía.

Yo, como decía al inicio de este post, no me esperaba, ni mucho menos, que este reencuentro fueran tan entretenido. Yo temía que, mientras bebíamos unas cañas, el ambiente fuera tenso, nos contáramos cuatro cosas, sin entrar en detalles, y acabáramos despidiéndonos tras solo una o, como mucho, dos horas.

En cambio sucedió todo lo contrario. Fue un auténtico placer conversar, sin parar, durante seis horas. Recordamos momentos y gentes que compartimos y nos contamos, a grandes rasgos, las cosas que nos pasaron desde la desconexión. Reimos, nos sorprendimos, pedí perdón por un error pasado y nos llamamos "tontos" a nosotros mismos por no haber tenido este reencuentro mucho antes. Además aprendí un remedio contra la resaca (que contaré en otro post) que, aunque parezca increíble, funciona.

Por eso y por mucho más espero volver a compartir más cañas con él y, desde aquí, lanzo un llamamiento a que, quien tenga la oportunidad, propicie reencuentros así, porque si salen mal (como yo temía) tampoco se pierde nada y si (como fue nuestro caso) resulta ser tan agradable se puede ganar muchísimo.

Dedicado, como no podía ser de otra manera, a R..