sábado, 27 de febrero de 2010

Capítulo 1: el advenimiento (III)

 Las crónicas del laúdico exiliado.

Y fue entonces, como un azote producido por un flagelante látigo, cuando despacio, pero de forma constante, salió mi cuerpo del de mi progenitora. Mi llegada no fue excesivamente dolorosa para mí, pero, en cambio, mi madre sufrió hasta tal punto que, si no se desmayo, fue porque sabía que si lo hacía yo moriría.

En cuanto estuve a la intemperie, cojió su estoque, y, con él, cortó el cordón umbilical. Acto seguido, pese a ser tan pequeño como una pelota de fútbol, me arrastre hacia unos restos de comida que mi madre había dejado, muy triturados, frente a mí.
Hasta que llegara a la pubertad seguiría creciendo y desarrollándome a la misma velocidad así que, dentro de siete días ya tendría un cuerpo de un niño de 14 años. A partir de ahí, en cambio, mi cuerpo sufriría un fuerte frenazo y envejecería poco a poco, cada vez más despacio, hasta que, si vivía lo suficiente, un día pararía por completo de envejecer.
Sin embargo, todo eso es el futuro. En cambio, volviendo a nuestra llegada, los problemas se le acumulaban a nuestra madre. No solo estaba a punto de dar a luz a mi hermana melliza, sino que, por desgracia, se estaba muriendo. Estaba bastante claro que no aguantaría esos siete días necesarios para que, medianamente, nos pudieramos hacer cargo solos. Además, tampoco podía pensar en dejarnos a personas humanas; primero porque, al vernos crecer a nuestro ritmo, se volverían locos y, segundo, porque tampoco es que tuviera las fuerzas necesarias para salir de aquel callejón en busca de una casa donde dejarnos.
Mientras yo me alimentaba y mi madre trataba de concentrarse, mi hermana decidió unirse a la fiesta, con lo que, sin poder hacer otra cosa más que sufrir, mi madre consiguió, poco a poco, que mi hermana saliera de su vientre.
Entonces mi madre se percató de algo increíble (y yo, aún siendo un bebé) entendí que estaba presenciando un hecho inaudito: mi hermana melliza No era una laúdica, era, al menos aparentemente, humana.
No hay ninguna diferencia aparente entre ambas razas pero, mi madre lo supo en cuanto la vio. Entre otras cosas, porque, la velocidad de crecimiento acelerada frenó, casi en seco, en cuanto ella repitió el proceso de corte del cordón umbilical. A partir de ese momento mi hermana crecería al lento ritmo al que maduran los seres humanos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Va mejorando con el paso de los capítulos. La primera parte era un poco rara, no? ILY

Sr.zepa dijo...

Gracias por tu comentario ILY pero ¿porqué te pareció rara la 1ª parte?

Espero sacar el próximo estracto dentro de poco... (ya no queda nada para que finalice este Capítulo 1)

Un saludo!